XXV Symposium, Santiago de Compostela 2012

Página web del symposio, aquí.

Crónica del symposio, por L. Martínez-Guerrero, E. Cabanas y M. A. Cohen, en el Boletín 48, v/2012, p. 21.

Santiago de Compostela, 9 al 12 de mayo de 2012

Luis Martínez-Guerrero, Edgar Cabanas y María Ángeles Cohen, Universidad Autónoma de Madrid

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Como viene siendo frecuente en los últimos tiempos, el simposio de la SEHP ha vuelto a dar un salto entre sedes geográficamente opuestas del norte y el sur de la península. El encuentro recaló este año desde las costas del mediterráneo malagueño a la ciudad donde la peregrinación y el pasado cobran un intenso sentido: Santiago de Compostela, eterno salmo de piedra que los hombres cantaron, donde el tiempo enamorado se ha cobijado y dormido entre sus calles y plazas sin rendirse a su implacable acoso. Y su catedral, sueño pétreo de maese Mateo, imagen teológica del hombre que aspira a acariciar la gloria con dedos de pedernal que son sus elevadas torres. Es en Santiago donde la propia actividad de hacer historia se hace más congruente que en ningún otro lugar.

En una época donde la Psicología busca verse desmemoriada, apátrida de los tiempos y lugares donde se forjó, nunca como ahora se hizo tan relevante hacer historia para dar sentido a nuestra actividad como psicólogos. Esta tarea de urgencia se hace especialmente significativa cuando la SEHP, tras largos avatares, celebra sus cinco primeros lustros de existencia. En cierta medida, este simposio constituyó una excusa excelente para tomar conciencia sobre la misma lógica que encierra contar historias aproximándonos a la propia de quienes las cuentan, una especie de juego de espejos, de recursividades meta-analíticas donde los historiadores, peregrinos del tiempo en cierta manera, son a su vez agentes y objetos de la historia. En este sentido apuntó la conferencia inaugural del profesor Gondra –espléndida y, por qué no decirlo, nostálgica–, donde se puso de manifiesto esta dualidad que a todos nos vincula. En muchos de los asistentes se dibujó una tierna y agridulce sonrisa por los años que inexorablemente pasan dejando recuerdos de los que ya no están entre nosotros y aquellos que acaban de llegar.

Tras esta evocadora ponencia, y gracias a la organización del simposio, la cual dispuso las condiciones de posibilidad idóneas para que tanto las actividades académicas como las lúdicas se desarrollaran adecuadamente, a lo largo de los tres días del congreso se pudieron rastrear las diferentes líneas de trabajo que se encuentran vigentes a la hora de hacer historia de la Psicología. Trabajos que, si uno seguía su estela a lo largo de diferentes mesas, conseguía ver armarse en constelaciones nítidas. Por un lado, asistimos a la presentación de trabajos históricos ajustados a los limites disciplinares de la psicología. Dentro de este grupo, hubo trabajos de reflexión teórica y epistemológica, así como trabajos de corte más reconstructivo que centraban su atención sobre aspectos olvidados, desconocidos, o cuya relevancia pretendían hacer visible al hilo de la defensa de una interpretación alternativa a la a la canónica de un autor, una escuela o una institución. El trabajo de Fernando Gabucio sobre el papel que desempeña el lengua-je en la caracterización de la conciencia de William James, el de Gabriel Ruiz sobre la dimensión social y jerárquica de la construcción del conocimiento en el laboratorio de Pavlov, la conferencia de Helio Carpintero sobre José Luis Pinillos o la ponencia de Juan Antonio Vera sobre la relación entre la psicología española y el Instituto de Ciencias del Hombre son sólo algunos ejemplos de este primer grupo de ponencias centradas en autores, escuelas e instituciones que tradicional- mente se han considerado parte de la Psicología académica.

Por otro lado, asistimos a la presentación de trabajos cuya base historiográfica descansaba sobre una perspectiva genea- lógica. Estas presentaciones se situaban en los límites de la psicología académica, y decimos en los límites, que no necesariamente en el margen. Desde esta perspecti- va genealógica, presentada en algunos de sus fundamentos en la ponencia de Ma Ángeles Cohen, se trató tanto la relación entre la psicología académica o institucio- nal y la regulación social, ciudadana, como los diversos ámbitos, esferas o modos de psicologización o de tramitación de lo psicológico. Las cuestiones relacionadas con la ciudadanía fueron abordadas en ponencias como la de Edgar Cabanas y José Carlos Sánchez sobre la génesis de una particular idea de felicidad dentro del capitalismo norteamericano, la de José Carlos Loredo sobre el progresismo de James Mark Baldwin y su vinculación con la epistemología evolutiva o el trabajo de Arthur A. L. Ferreira o Daniela R. Scheneider sobre las prácticas psicológicas vinculadas a la salud mental bajo una idea foucaultiana de la gubernamentalidad. Los diferentes ámbitos culturales productores de psicologización fueron elaborados en ponencias como la de Luis Martínez-Guerrero sobre os ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, la de Rubén Gómez-Soriano sobre los modelos de sujeto que subyacen a las distintas perspectivas primatológicas o la necesidad de una psicología cuyo compromiso con la vida pase, al menos en parte, por una vocación ética y regulativa a la cual no se puede renunciar, como expuso en su ponencia Florentino Blanco sobre Viqueira.

Este encuentro no estuvo sólo marcado por los esfuerzos intelectuales de todos los participantes con sus excelentes presentaciones, sino también por los esfuerzos de la organización, que permitieron que Santiago de Compostela fuese algo más que un espacio cualquiera de encuentro para convertirse en el mejor lugar imaginable para seguir compartiendo con los compañeros esas jornadas mientras nos íbamos acercando a la Suite no1 de Bach que empezaba a brotar del arco de un espléndido violonchelista en el medio de la Iglesia de San Martín Pinario, mientras paseábamos por los tejados de la Catedral o charlába- mos bajo los soportales del Palacio de Fonseca.

Congresistas frente al Monasterio de San Martín Pinario1.

En este vigésimo quinto simposio de la SEHP podemos sacar la conclusión de que, paradójicamente, a la historia le rejuvene- cen los años, pues la historia de la Psicolo- gía sigue interesando a las nuevas genera- ciones a pesar de todo – así se pudo consta- tar tanto en el número de comunicaciones como de pósters presentados. Si la historia requiere siempre de un presente desde el cual ser construida, podríamos decir que la actividad del historiador, con un ojo puesto en el pasado y otro ojo mirando hacia lo que inevitablemente se avecina, es simul- táneamente causa y consecuencia del aquí y del ahora. Veinticinco años después de la constitución de la sociedad es la juventud, como señalaba José María Gondra en su meta-histórica charla inaugural, una de sus más destacadas características.