Crónica del Symposium por Noemí Pizarroso, en el Boletín 34, p/2005, p. 14.
28-30 de Abril de 2005, Baeza, JaénNoemí Pizarroso, UNED
Este año hemos tenido ocasión de disfrutar el Symposium de Historia de la Psicología en la espléndida ciudad de Baeza, con sede en el Seminario Conciliar de san Felipe Neri. En la arquitectura de la ciudad nos introdujo desde el inicio Pedro Galera, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Jaén, con una magnífica conferencia sobre el marco arquitectónico en que se gestó la obra de Huarte de San Juan y otros “iluminados” reformistas. Esta fue la primera de una interesante serie de conferencias con que los organizadores han salpicado este XVIII Simposium. La tarde del viernes, Luis Montiel nos deleitaría con la historia de Lady Lincoln y su manejo del magnetismo y Rafael Huertas, en la conferencia de clausura, nos desvelaría las estrategias de la incipiente psiquiatría para legitimar su práctica en la sociedad española. Con la incorporación de estas participaciones, se han fomentado lo que no pueden ser sino fructíferas vías de comunicación con la historia de la medicina y la psiquiatría. A este respecto, cabe destacar igualmente la intervención de M.C. Sellán y F. Blanco sobre un modelo historiográfico común a la psicología y otra de las disciplinas tradicionalmente dedicadas al cuidado, la enfermería.
Tras la magnífica conferencia de P. Galera, tuvo lugar la primera mesa del simposio, que se consagró, como no podía ser de otro modo en este año del V Centenario, a la obra de Cervantes y a la de su contemporáneo, Huarte de San Juan. La sesión se inició con E. Quiñones y M. Peñaranda, que nos llevaron por un viaje quijotesco a través del sueño. Seguidamente, J. Castro nos expuso cómo las personalidades del Quijote y Sancho Panza constituyeron un continuo recurso para los regeneracionistas finiseculares en su elaboración de una ambigua psicología del pueblo español. En lo que se refiere a Huarte de San Juan, J. Virués-Ortega y G. Buela-Casal aportaron nuevas evidencias documentales sobre sus primeros años de práctica profesional, por las que tuvimos conocimiento, entre otras cosas, de los negocios “bataneros” que hubo de compaginar con la medicina. En la última intervención de la mesa, E. García y A. Miguel Alonso nos expusieron la influencia que tuvo el Examen de Ingenios en los catálogos que los jesuitas venían elaborando desde antaño sobre sus perfiles psicosomáticos (la complexia).
La mañana concluyó con una excelente y copiosa degustación de platos baezanos que causó cierto retraso en el inicio de las sesiones de la tarde. Afortunadamente, los moderadores lograron recuperar sin problemas el horario previsto. En la primera de las mesas, dedicada a los desarrollos de la psicología aplicada en España, F. Herrero y E. Lafuente nos ilustraron sobre la figura de E. Cerdá, que habiéndose iniciado en la psicología clínica amplió su trabajo a la psicología escolar e industrial. Por su parte, H. Carpintero nos habló de los estudios que llevó a cabo M. Siguán sobre las migraciones del medio rural al urbano en la posguerra española, que constituyen una interesante psicología social aplicada. La mesa concluyó con la intervención de V. Ibarz y M. Villegas, que nos contaron el proceso de introducción de la grafopsicología en España a través de la catalana Matilde Ras. La segunda mesa de la tarde versó sobre los procesos básicos, aprendizaje, percepción y conciencia. G. Ruiz y N. Sánchez, con un título muy almodovariano (“Animales al borde de un ataque…”), expusieron la significación histórica de los estudios de neurosis experimentales, donde el animal dejó de ser un sujeto experimental para convertirse en un caso clínico, estableciendo una vinculación entre el laboratorio y la práctica clínica. M. Morgade, en su labor de recuperación de la obra psicológica de Peirce, se centró este año en sus hasta ahora poco conocidos trabajos sobre percepción. Nos enteramos así de que el llamado efecto “Bezold-Brücke”, según el cual ciertas gamas de colores se perciben con matices distintos cuando se cambia la intensidad (brillo) de la luz, permaneciendo igual la longitud de onda, ya había sido establecido por este Peirce algunos años antes. Tras esta intervención, siguió la de J. A. Mora y B. Porras, en que se hacía mención a otra gran figura del pragmatismo. Estos autores mostraron cómo la metáfora de la conciencia como representación teatral de James ocupa un lugar central en la obra de B. Baars. Por último, J. M. Gondra, nos ilustró una vez más sobre la obra del neoconductista C. L. Hull, subrayando esta vez la influencia de la hipnosis en su teoría.
Los desarrollos de la psicología en España tuvieron su espacio el viernes por la mañana. Belén Jiménez nos aportó una jugosa lectura de los neoescolásticos de principios del siglo XX, que enfrentados al problema de la degeneración, se vieron a abocados a incorporar en su discurso elementos del evolucionismo y materialismo. Por su parte, J. Quintana, en colaboración con J. A. Huertas, C. Nieto y A. Ardua, presentó un análisis del impacto de los estudios de psicología en la universidad española del primer cuarto del siglo XX a través de un seguimiento del alumnado. R. Sos, que intervino en último lugar, nos trajo nuevos datos bibliométricos sobre la recepción de Skinner en la psicología española. La segunda mesa de la mañana versó más específicamente sobre la psicología del desarrollo. En ella, J. B. Fuentes, en un trabajo en colaboración con F. Muñoz y E. Quiroga, expuso algunas posibilidades de desarrollo de la teoría de Turró sobre el origen trófico del conocimiento, en el marco de una teoría de carácter claramente constructivista. J. A. Gallardo, por su parte, nos ofreció un análisis de una conferencia sobre la psicología del niño y la cultura nacional impartida por Zaragüeta en 1919. Finalmente, M. Sáiz y D. Sáiz, nos hablaron de la estancia de María Montessori en Barcelona y su influencia en la psicopedagogía catalana.
La mañana terminó con un interesante conjunto de trabajos en soporte celulósico y digital –los tradicionales posters. Disfrutando por vez primera de un breve espacio de tiempo para su presentación oral, estas comunicaciones recorrían un amplio abanico de temas: desde la psicología de la vejez y del testigo, de la mano de nuestras colegas catalanas, a la recepción de la obra pavloviana, pasando por una aproximación a la historia de la psicofarmacología y un estudio de tendencias en la investigación sobre demencias en España. En soporte digital se nos presentó un sugerente análisis de los apuntes de profesores de la facultad de Psicología de la UAM que desvelaba la retórica del “punto medio” en que se tiende a socializar a los alumnos.
Tras un rápido y caluroso paseo por las maravillas arquitectónicas que presenta la ciudad y una nueva degustación de las delicias baezanas, la sobremesa del viernes comenzó con la comunicación antes mencionada sobre las relaciones entre psicología y enfermería, de la mano de M. C. Sellán y F. Blanco. En ella venían a proponer una redefinición de los límites actuales del “cuidado” a través de una psicología sensible a los procesos culturales. La mesa continuó con una interesante polémica entre la psicología experimental y la psicología histórica presentada por N. Pizarroso. En un intercambio protagonizado por los franceses P. Guillaume e I. Meyerson, tuvimos ocasión de seguir un abierto debate en torno a las bases epistemológicas de la disciplina. Con un café de por medio, Lady Lincoln nos amenizó la segunda parte de la tarde. En una historia llena de episodios misteriosos con estancias en París, convulsiones propias de la histeria, dientes de leche y otros recuerdos incestuosos, Luis Montiel nos introdujo en la práctica médica del magnetismo y las intrigas familiares que la extraña enfermedad de esta bella mujer escondía. La sesión de trabajo concluyó con el esperado vídeo de Lafora. La proyección de este vídeo, que según explicó E. Lafuente venía a cubrir el vacío que existía entre los de Simarro y Germain ‑en la serie de vídeos que se han elaborado en la UNED sobre grandes figuras de la psicología española-, demostró que bien valía la espera y la alteración de horarios.
La tarde concluyó con la Asamblea de la Sociedad, que asistía a un cambio de Junta directiva. El equipo presidido por Elena Quiñones daba paso, con un apoyo unánime de los miembros allí presentes, al equipo de Mª Dolores Sáiz, que cuenta con E. Lafuente como vicepresidente, con la Sra. Blanco a cargo de la secretaría, con E. García como tesorero y con G. Ruiz, J. A. Vera y C. Civera como vocales. El nuevo equipo se presenta consciente de las dificultades que atraviesa la sociedad y pretende adoptar las medidas necesarias para darle un nuevo brío. Asimismo, quedó establecido que nuestro próximo Simposio tendrá lugar en Madrid, organizado desde la Universidad Autónoma por Florentino Blanco.
Sólo el gran interés que prometían las intervenciones de la última jornada logró llevarnos el sábado de mañana a la sede, habida cuenta de lo que siguió a la magnífica cena de gala con que se nos deleitó el viernes a la luz de las velas (incluidas las de cumpleaños)… La primera mesa de la mañana, y última del simposio, se ocupó de la psicología jurídica en España. En ella intervinieron A. Gutiérrez, con un trabajo sobre la escuela especial de criminología de Madrid; M. V. Mestre, con un estudio del delito en menores a través de la reeducación en casas tutelares, en el que colaboraban M. J. Nácher, P. Samper, A. M. Tur y M. T. Cortés; y F. Pérez, con un análisis del proceso de institucionalización de esta área en España.
La implicación y el interés que muchos de los trabajos presentados a lo largo de estos tres días habían despertado en los que disfrutamos zambulléndonos en la historia de la psicología, a punto estuvo de quebrarse con la siguiente sesión, en manos del Dr. Guillamón, coordinador de la Agencia Nacional. Este nos explicó la necesidad de “apretar” a los científicos españoles para que trabajemos y publiquemos en revistas de “impacto”, donde reina el mundo anglosajón, que es el que cuenta. Seguidamente, puso todo su empeño en convencernos de las bondades de los indicios de calidad exclusivamente cuantitativos con que se evalúan los trabajos. Ante la disposición del sistema a ignorar todo aquello que, según los indicios, no suponga un progreso de la ciencia (artículos en revistas sin “impacto”, ensayos, libros de texto o de divulgación), cabe pensar que habremos de hacer auténticos malabarismos para seguir dedicándonos a indagar en el pasado –a pesar de que ahí creamos poder encontrar claves para entender muchas de las cuestiones que sigue planteando la disciplina.
En este sentido, digno es de recordar su invitación a romper con el aislamiento en que nos encontramos (similar al de una Sociedad de Psicoanálisis), haciendo llegar nuestros trabajos a revistas de psicología de carácter más general. Por otra parte, no estaría de más seguir sus recomendaciones respecto a la Revista de Historia de la Psicología para que ésta siga los criterios requeridos por el I.S.I. y figure en los índices de citas internacionales.
Bien conscientes ya de la tiranía de la medición que nos asedia, asistimos a la première del programa informático “Índice de citas de psicología”, a cargo de F. Tortosa y C. Civera. Presentado de forma impecable como alternativa al elaborado en la Universidad de Granada por el profesor Jiménez, este programa permitirá contabilizar el impacto de nuestros trabajos teniendo en cuenta un mayor número de variables. En breve podremos pues calcular con mayor precisión los puntos que nos hemos ganado, o no, en el gran juego de la Ciencia.
El simposio se clausuró en todo caso con una conferencia que nos hizo cambiar pronto de registro. Nos referimos a la ya mencionada charla de Rafael Huertas sobre las estrategias profesionales y retóricas de legitimación de la psiquiatría en España. Para contrarrestar el discurso del progreso científico que veníamos de escuchar, se nos recordó que el desarrollo de cualquier disciplina científica está sujeto a intereses profesionales y sociales que trascienden con creces los aspectos meramente técnicos. En este caso, se nos mostró una interesante documentación propagandística, basada en carteles, revistas e incluso novelas, empleada por los primeros psiquiatras para promocionar su aportación fundamental a la sociedad y, de paso, reclutar la clientela de sus centros privados.
No podemos finalizar esta reseña sin ensalzar la magnífica labor que han realizado Ángel Cagigas y Juan Manuel Rosas en la organización y puesta en marcha del evento. La recepción ha sido de lo más acogedora y tanto las sesiones de trabajo como las de ocio se han sucedido con el mayor cuidado hacia los asistentes.
Noemí Pizarroso UNED