XIX Symposium, Madrid 2006

Crónica, por I. Sánchez y R. Gómez, en el Boletin 36/v2006, p. 19.

27-29 de Abril de 2006, Miraflores de la Sierra, Madrid
Iván Sánchez Moreno (Universitat de Barcelona) y Rubén Gómez (Universidad Autónoma de Madrid)
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DE RATONES A HOMBRES: CRÓNICA A CUATRO PIES Y MANOS PARA RAPSODA Y GUITARRA

No parece casual el emplazamiento del XIX Symposium de la Sociedad Española de Historia de la Psicología (SEHP). Las dos ediciones del Symposium Internacional de Psicología y Estética organizadas entre la UAM y la UNED también tuvieron lugar en la residencia La Cristalera de Miraflores de la Sierra. Situado entre montes alfombrados por el verdor primaveral y bajo un cielo azul cian –perlado de estrellas consteladas cuando el manto que todo lo cubre en la tierra se torna oscuro como el alma en dolor– a tan sólo un kilómetro de Velintonia 3, la casa de veraneo donde Vicente Aleixandre escribiera sus últimos versos antes de morir, el bucólico paraje desprende olores de cedro al alba y crispaturas de chicharras nocturnas.

Lugar idóneo para poetas sitiados por la tormenta o la nieve, y antigua residencia militar, La Cristalera fue la sede perfecta para este symposium de la SEHP, quizá el más ocioso y lúdico de cuantos se han organizado desde su fundación en 1986. La primera noche, y tras una “brevísima” muestra de arte pictórico con ceras de los niños de la Guerra Civil, una horda de rapsodas encabezados por José Carlos Loredo -que ejercía de maestro de ceremonias-, dieron la bienvenida con un recital de cuentos de aires kafkianos, épica científica y tono existencial, sobre sueños de académicos frustrados, evolucionismos a medio camino entre lo místico y lo grotesco, y paranoias de no-muertos que desean profundamente su no-vivir. Cuando el carillón de un viejo reloj tocó la hora de las brujas, y el último recitante clavaba el punto final de su lectura, una majestuosa mariposa isabelina abrió sus alas verdiazules apostada contra el cristal de la terraza que sirvió de gótico escenario. La silueta del insecto, recortada sobre la faz de la luna, se convertiría en estandarte emotivo de nuestra mórbida memoria; más aún teniendo en cuenta que sufre de muerte la herida de la extinción de su especie.Jueves, 27 de abril

Con una alegría que para nada presagiaba sus eternísimas horas de insomnio posteriores, el inefable Jorge Castro (acompañado de Belén Jiménez e Irina Rasskin) entregó a cada participante una carpetilla con el programa del symposium, ingeniosamente diseñado por Fernando Agresta imitando las revistas de ciencias y artes del espíritu de principios de siglo pasado –guiñándole un ojo a Chema Madoz, maestro del trampantojo visual–.

La apertura corrió a cargo de Juan Antonio Huertas, José Quintana y Dolors Sáiz. El primero de ellos, Decano de la facultad de psicología de la Autónoma de Madrid y miembro de la sociedad, intentó tranquilizar un poco los ánimos ante la llegada del tan temido Plan de Bolonia, pero también advirtió de la necesidad que tenía la historia de la psicología de abrirse a otros territorios si quería hacerse un hueco en el clima competitivo que nos espera. Por su parte Pepe Quintana, como representante de la organización nos narró, con el rigor histórico que le caracteriza, cómo se gestó la idea de asumir la organización de esta edición y la decisión de que el Symposium se celebraría en este pequeño santuario de la sierra madrileña. Por último, la presidenta nos dio la bienvenida y nos deseó una grata estancia. Tras estas breves intervenciones, Alberto Rosa hizo las veces de cicerone del profesor Piero Paolicchi quien, en su brillante conferencia inaugural, nos haría ver que la historia de la psicología es la historia de los insiders que se citan en los libros de psicología. Pero ¿qué pasa con los outsiders, adónde fueron a parar? ¿O es que acaso nunca desaparecieron, agazapados entre las sombras de la filosofía, la literatura y la estética?

A tenor de la cuestión, la primera mesa de discusión se concentró en el triunvirato Música-Pintura-Literatura, en la que se barajaron Maupassant, Dubuffet y el raw art, la alteridad y la alteración, la cura y la locura de y por el arte. Y es que la enajenación nunca nos fue ajena… La propuesta “nietzscheana” de Silvia Español abrió una suculenta polémica que prácticamente enlazó con la comida ofrecida por Ana y el resto del servicio de restauración, auténticos reparadores del cuerpo.

Al alma le seguiríamos enganchando parches en la siguiente mesa, que nos atreveríamos a rebautizar “Invocando a los ancestros: orígenes de una historia no contada”, dado el amplio repaso al abanico de últimos renacentistas de la ciencia española: Viqueira, Lafora, André, Santamaría… Sensibles al arte, socialmente comprometidos y renovadores del anquilosamiento tradicionalista de la psicología de su época, el espectro de nombres resultó tan estrechamente relacionado con el mundo de las artes como con el de las ideas.

Tras la habitual y necesaria “dosis” de cafeína nos dispusimos a encarar unasesión de pósters a la que la organización optó por dar gran protagonismo. La temática de los trabajos estuvo dividida en la mayoría de los casos entre la retórica en psicología y la influencia de ésta en la práctica y teoría del cuidado en enfermería.Casi todos los autores optaron por fulminar el formato clásico de papel impreso a golpe de cañón y código binario. Todos los trabajos gozaban de gran calidad y evidenciaron que un póster nada tiene que envidiar a una ponencia. Quizá en próximas ediciones del symposium convendría incluir este tipo de trabajos en la revista de la sociedad, tal y como se viene realizando con las comunicaciones orales.

Otras actividades lúdicas amenizarían el espíritu y distraerían las neuronas de sus excesos esa misma noche. Tras la cena, un recital de guitarra de Carlos Jimeno se aventuró por sones caribeños y chôros bachianos, reavivó a los maestros Tárrega y Yepes y aflamencó fandangos cortesanos de otras eras, antes de que una musa caribeña con nombre de tierra africana –Kenya–y entrevestida de sedas y gasas se librara de cadenas invisibles bailando una pieza de Pink Floyd. Un obnubilado gato noctámbulo se asomó por la terraza, atraído por la música. Portaba consigo el fuego fatuo del bosque en lo más hondo de sus pupilas.

Viernes, 28 de abril

Restregándose las últimas legañas del alba, las hadas bendicieron el nuevo día, alumbrando con la presencia de Tomás Fernández una mesa sobre teorías del pasado observadas desde el presente inmediato. Fue seguida de otra mesa dedicada a las tecnologías del cuidado del yo, cuyo protagonismo, sin embargo, terminaría recayendo sobre los hombros de Kostyleff y sus discutidísimas críticas a la crisis de la psicología.

Aún algo amodorrados por una digestión atropellada, la primera mesa de la tarde enfocaría sus miradas en los múltiples protagonistas y escenas institucionalizadoras de la psicología española, aunque el debate posterior incidiría sobre todo en el actual estado de la Revista de Historia de la Psicología. Sin solución de continuidad, un animadísimo y entrañable Juan Delval obsequió a los presentes con un paseo nostálgico –pero desternillante– entre sus recuerdos de formación universitaria, cruzándose anécdotas sobre Piaget, Siguan, Aranguren…. De paso, desmitificaría la infructuosa labor de condensar y consensuar una única historia de la psicología y sus protagonistas. Tal vez todo pueda reducirse a una simple cuestión: ¿dinamismo o morfología?

Tras la conferencia -y exhibiendo unas evidentes ojeras- los miembros del comité organizador nos invitarían a todos a la cena de gala y a un bailoteo en las boîtes aledañas, a desentelarañar las glándulas y los ijares, para gozo y goce propios y ajenos.

Sábado, 29 de abril

En la primera mesa del día se intentaron definir y delimitar las problemáticas fronteras entre el pragmatismo, el funcionalismo y el conductismo, con un mayor peso histórico en los dos primeros. La mesa postrera centraría su interés en el cognitivismo y su insistencia en la “concienzuda concienciación de la conciencia”. David Travieso -poniendo voz a la comunicación que presentaba junto a Marcos Fernández- cerró las presentaciones del Symposiumentroncando sus reflexiones con la inmediata conferencia de cierre del profesor Michael Turvey. De la mano del profesor de la Universidad de Connecticut tuvimos la posibilidad de transitar –al menos teóricamente- por algunas puertas de la percepción.

En opinión de estos cronistas, es evidente que algunas afiladas sugerencias en los debates posteriores a cada mesa manifestaron una incomodidad respecto a la falta de un formalismo científico en psicología, cuya variedad teórica podría devenir síntoma de madurez y/o decadencia del propio intento por hacer constatar una historia cerrada de la psicología en España. Quizá la raíz de esos elitismos no responda tan sólo a las políticas sociales y metodológicas de cada época, sino también a un consecuente trasfondo epistemológico. O tal vez el problema radique en una postura cientificista y algo ingenua por establecer una equivocada representabilidad de la realidad. En tal caso, un objetivo utópico.

Por último, creemos que se hizo evidente que el propio estudio de las crisis de la psicología provoca constantemente la construcción de nuevas retóricas renovadoras, por lo que su seguimiento supondría tal vez una dudosa indexación de todo un fracaso científico. En este sentido, Florentino Blanco, sin duda el espíritu del symposium más allá de su labor de secretario, bromeó muy seriamente con la posibilidad de establecer la conciencia de crisis como una categoría historiográfica de la psicología a tener muy en cuenta en venideros estudios, pudiendo existir además como género literario autónomo dentro de la historia.Miraflores2006_Tino

Como broche de cierre actuaría el coro de la Facultad de Psicología con un breve repertorio. Después, todos pudimos siestear ante el último frugal ágape. Aún así, antes de la partida un escuálido grupúsculo de rebeldes promovieron una fugaz excursión por los alrededores, asándose al solaz de Lorenzo, paseando por entre matices del verde y del ocre, bajo un cielo sin nubes y una brisa acariciadora como amante sin nombre. La poesía y la estética, aprisionada en cada hierba y en cada roca del camino, en cada nota del mirlo, en cada veta de árbol, y en cada objeto guardado –en cada piedra de río, en cada foto cautiva, en cada recuerdo matérico que atesoramos de vuelta–, esa poesía, decíamos, fue quizá el origen de todo. Del por qué de la psicología, incluso. De la argamasa de la historia. Del amor y de la memoria.

Queda en el recuerdo el abrazo debido a los anfitriones que nos acogieron con el más sincero cariño: Tino, Pepe y Jorge. Para ellos y también para los demás va dedicado este texto firmado a dos manos y dos pies esperando podernos ver de nuevo en el próximo symposium, previsto en otra cuna del arte: Cadaqués, pueblo natal de Dalí. ¡Hasta entonces, un fuerte abrazo!

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