Os dejamos aquí esta reseña crítica que nuestro compañero José Carlos Loredo acaba de hacer a propósito de Los libros de autoayuda, ¡vaya timo! de Eparquio Delgado (Pamplona, Laetoli, 2014).
A partir de la crítica feroz del autor a las pseudo-ciencias psicológicas, Loredo recoge buena parte de las reflexiones de la epistemología posterior a la llamada «concepción heredada» para preguntarse cuánto de esa crítica no atañe a lo que Delgado entiende por psicología científica. En último término, para plantearnos : «¿Y si la psicología también fuese autoayuda?«, título de su texto, publicado en el Blog «Fuera de clase«, del periódico Diagonal.
A lo largo de su reflexión, y en la línea en que recientemente escribió sobre las guerras de la ciencia, Loredo desvela precisamente que en la ciencia en general, y muy particularmente en psicología, no hay desvelamiento neutro posible sino producción de objetividad (y subjetividad). La psicología, sin embargo, se ha empeñado en ocultarlo desde su institucionalización a finales del XIX. Lo ha hecho incluso al precio de arriesgar su propia existencia:
«Ciertamente, la psicología siempre ha estado obsesionada con su cientificidad, quizá por un complejo de inferioridad inveterado. Desde la emulación de las ciencias naturales por parte del conductismo de Watson hace cien años hasta la sobrerrepresentación actual de asignaturas metodológicas y biológicas en los planes de estudio de algunos países, la historia de la psicología, al menos en su corriente principal, ha estado plagada de intentos retóricos -pero también efectivos en el plano institucional- de distanciarse de la filosofía y las humanidades y acercarse a las disciplinas médicas y biológicas, a pesar del riesgo de ser fagocitada por ellas. De hecho, una de las paradojas del libro de Delgado es que, cuando en el capítulo 6 intenta distinguir la psicoterapia científica (eficaz y efectiva) de psicologías informales como la autoayuda (que a lo sumo pueden ser eficaces), asume una especie de identidad metodológica entre psicología clínica y clínica médica, lo cual, a mi juicio, hace que la primera corra el riesgo de ser pisoteada por el reduccionismo biomédico y volverse superflua frente a la farmacología psiquiátrica, o en el mejor de los casos complementaria. En general, el peligro del movimiento en pro de las psicoterapias basadas en la evidencia es que, de tanto usar las armas del enemigo (el aislamiento del efecto placebo y la comparación entre unas psicoterapias y otras basada en la idea de que existe un terreno empírico común donde compararlas), puede acabar asimilado por él y ser cooptado por la medicina psiquiátrica.»
Loredo sitúa el nacimiento e institucionalización de la propia psicología en el mismo contexto en que se desarrolla la literatura de autoayuda, apuntando así a analizar otras dimensiones del género, descuidadas en el análisis de Delgado. Dichas dimensiones tienen que ver precisamente con su condición expresiva y performativa a la vez, de prácticas de subjetivación ligadas al neoliberalismo.
«El autogobierno individual y la responsabilidad personal, a cuyo servicio estaban prácticas psicológicas informales como la urbanidad a principios del siglo pasado, pero también la psicología en tanto que disciplina, ha ido dejando paso a una subjetividad expresiva y autorreflexiva que tiende a reducir la vida a la tarea de ocuparse permanentemente del propio yo. Y además a este proceso no ha sido ajena la psicologización de la sociedad occidental.»
¿Quiere esto decir que no hay ciencia psicológica posible? No parece ir la crítica en esa dirección. Antes bien, nos invita a pensar que otra ciencia psicológica es posible. Loredo apuesta por una «psicología sin hipocresía», que deje de disimular su condición de productora de subjetividades, y su descentralización, abriendo la producción e intercambio de este saber a prácticas más democráticas. De ahí que su trabajo se haya publicado Fuera de clase. Lo traemos aquí para contribuir a un diálogo probablemente tan necesario como inevitable.