Crónica del XXX SYMPOSIUM de la SEHP

La segunda mesa del Symposium acogió dos interesantes ponencias en torno a los primeros años de desarrollo del pensamiento de Sigmund Freud (1856-1939): los profesores Juan Antonio Mora Mérida y José Tomás Boyando Moreno expusieron su reconstrucción del modelo de memoria autobiográfica, de tintes cognitivos, que puede hallarse en el primer Freud, y el profesor José Filipo Pinto Marqués Silva desarrolló un penetrante análisis de Zur Auffassung der Aphasien (1891) y las conceptos psicoanalíticos y pre-psicoanalítcos que Freud despliega en su estudio del aparato psíquico desde la perspectiva de la afasia, publicado cuatro años antes de Estudios sobre la histeria.

La primera jornada del Symposium se cerraba con una visita guiada a otra de las joyas del patrimonio histórico de la Universidad Complutense: el Museo de Antropología Médica, Forense, Paleopatología y Criminalística Profesor Reverte Coma, que alberga una importante colección de restos óseos y muestras de patología antigua provenientes tanto de excavaciones arqueológicas como de los depósitos de la Escuela de Medicina Legal y Forense de la propia Universidad Complutense y del Archivo Judicial, así como una colección de armas homicidas y un buen número de piezas cedidas en su día por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias con motivo del cierre del antiguo Museo Penitenciario de la Prisión de Carabanchel; además, puede encontrarse en el Museo salas dedicadas a las prácticas de momificación, con ejemplares de origen tanto egipcio como andino, y a las modificaciones rituales del cuerpo humano, así como espacios dedicados a la etnobotánica y la etnomedicina.

Abrió las mesas de trabajo del 18 de mayo el profesor José María Gondra, con una minuciosa investigación acerca del cuestionario sobre actitudes en materia de relaciones sexuales que la Universidad de Missouri remitió a no menos de setecientos de sus estudiantes en marzo de 1929: el escándalo suscitado por el cuestionario desembocó en la expulsión de los profesores que habían supervisado el proyecto de un jovencísimo Orval H. Mowrer ─Max F. Meyer y Harmon O. DeGraff─, después de que el poder legislativo, desde Jacksonville, amenazara con la retirada de los fondos públicos que recibía la Universidad, y provocó, además de la renuncia de Mowrer, la primera acción de la Asociación Americana de Profesores de Universidad en defensa de la libertad de cátedra.

El mismo año que Mowrer abandonaba la Universidad de Missouri regresaba de Leningrado William H. Gantt, donde desde 1925 había estado colaborando en el laboratorio de Ivan P. Pavlov: el desarrollo de la noción de objetividad en el pensamiento de Gantt, integrando la concepción pavloviana de la función cerebral con las ideas de Adolf Meyer ─quien le facilitó la incorporación a la clínica psiquiátrica Henry Phipps, en Baltimore─ fue objeto de la ponencia de Gabriel Ruiz y Natividad Sánchez. En la documentación sobre los sujetos de las investigaciones de Gantt en torno a la neurosis experimental, a medio camino entre el registro de laboratorio y el historial clínico, se hizo patente la evolución de su ethos objetivista.

La jornada continuaría de la mano de Rosa Sos, con la exposición de un trabajo netamente bibliométrico en torno a la producción científica de algunas mujeres europeas durante las primeras décadas de desarrollo de la psicología, y el volumen de citas cosechado por cada una ─variables que, en este caso, parecen mostrar una correlación menos estrecha de lo que es habitual. La primacía de trabajos de orientación psicodinámica, así como de temáticas relacionadas con la infancia o la enfermedad mental grave, se perfilaron como algunas de las notas características de esta vertiente injustamente relegada del devenir histórico de la disciplina.

Como contrapunto a los instrumentos de laboratorio admirados el día anterior, presentó Juan Hermoso su investigación sobre dos extraños aparatos que en su tiempo sirvieron no ya como herramientas para el avance del conocimiento científico sino como metáforas de sus límites: la lámpara maravillosa con la que Thomas H. Huxley comparaba el sistema nervioso en 1866, y el telar encantado que Charles S. Sherrington emplearía con el mismo propósito casi tres cuartos de siglo después, en 1940. La raigambre romántica de la idea de lo incognoscible, sus lazos con el pensamiento de John Tyndall y Émil du Bois-Reymond, y los motivos que llevaron a Huxley a retirar de su obra la mención de la lámpara a partir de 1872 conformaron el foco de la ponencia.

La primera mesa de trabajo del 18 de mayo terminaría con una interesante charla de Ana León acerca del incipiente ámbito de investigación y ejercicio profesional que constituye la ciberpsicología, cuyos orígenes históricos, entrelazados aun en nuestro presente, se esmeró en desentrañar, para así dar paso a la emotiva conferencia con que el profesor Carlos Yela, de la Universidad Complutense de Madrid, honró la memoria de su padre, D. Mariano Yela. Desde la casa familiar de la calle Zurita, en el madrileño barrio de Lavapiés, y el inicio de los estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, hasta los viajes a Bélgica y los Estados Unidos y los años del Departamento de Psicología Experimental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Escuela de Psicología y Psicotecnia de la Universidad de Madrid, los asistentes tuvieron la ocasión de ir rememorando las diversas facetas en que se fue desenvolviendo la vida del profesor, el investigador, el gestor, el padre de familia ─y también de observar su proverbial socarronería al relatar, entrevistado por Cristiano Pérez en la Universidad de Granada, en 1987, cómo su primer contacto con la psicología vino propiciado por una pruebas de inteligencia a las que, bajo la supervisión de quien luego sería su maestro, D. José Germain, hubo de someterse de niño, lo que lo llevó a leer en una biblioteca la adaptación del Terman realizada por el propio Germain y Mercedes Rodrigo.

Tras el descanso, el escenario se desplazó a la otra orilla del Atlántico: las fronteras entre psicología y pedagogía en la figura de Amanda Labarca, en el Santiago de Chile, serían cuidadosamente analizadas por Gonzalo Salas, mientras Mauricio Rebolledo se ocuparía de describir los primeros tiempos de la psiquiatría experimental en Perú.

conferencia Bandrés

La tercera y última jornada del Symposium dio comienzo con la conferencia del profesor Javier Bandrés acerca del “Diploma Germain”: la titulación extraordinaria que en 1959 se concedió a ochenta y dos personas ─el propio Germain, Mariano Yela, Miguel Siguán, José Luis Pinillos, Francisco Secadas o Juan Zaragüeta, a la sazón Director de la recientemente fundada Escuela de Psicología y Psicotecnia de la Universidad de Madrid, entre ellos─, de suerte que quedaba expeditivamente zanjada la extraña situación de que los profesores de dicha escuela hubieran de serlo en un título que ellos mismos no poseían. El detenido análisis de la correspondencia de Germain con el entonces Rector, Pedro Laín Entralgo, con vistas a la creación de la Escuela, primero, y del Diploma, después, así como de las diligencias del Secretario de la Escuela, Mariano Yela, de cara a su dotación presupuestaria, dio paso a un estudio de las características generales de los aspirantes ─médicos, filósofos, pedagogos, sacerdotes, ingenieros, militares…─ a formar el elenco de los que serían “los ochenta y dos primeros psicólogos españoles”.

A modo de colofón, Anna K. Kendrick, Annette Mühlberger, Silvia Lévy, Noemí Pizarroso y Mónica Balltondre protagonizaron una mesa particularmente rica, a tenor del debate generado. El propio Juan Zaragüeta, con su defensa de la “ciencia del niño” como “física y matemática de la pedagogía”, servía de lazo entre la conferencia del profesor Bandrés y la ponencia de Anna Kendrick sobre las diferentes aproximaciones a la psicología infantil en la España de la primera mitad del s.XX, en la que se sucedieron, entre otras, las aportaciones del escritor venezolano Rafael Olivares Figueroa, con sus estudios sobre la creación poética infantil a propósito de Alicia Venturino Lardé, una poeta chilena de solo once años de edad, o las de Ángel Ferrant, cuyo trabajo sobre los dibujos de los niños de la Escuela del Mar, en la Barceloneta, le condujeron al desarrollo de Arsintes (Arte sintético), unos recortables diseñados para estimular la creatividad plástica de los escolares.

Zaragüeta, de nuevo, junto con Germain, Yela, Pinillos o Siguán, volvía a la palestra de la mano de Annette Mühlberger, cuya presentación sobre las prácticas de estudio y clasificación psicológica en la España de los años cincuenta giró en torno al cuestionamiento de la tesis de que aquella generación de psicólogos viviera en una situación de aislamiento -ni respecto de las necesidades prácticas de la sociedad, a las que responden eficazmente trabajos como el informe sobre los cadetes de la Escuela de Pilotos que Germain y Pinillos elaboraron en 1958, ni respecto de su entorno internacional.

El Manual de Psicología Jurídica de Emilio Mira, que en 1932, apenas un año antes de la promulgación de la Ley de Vagos y Maleantes, aseguraba que el psicoanálisis puede proporcionar “medios para comprender los motivos inconscientes de los actos delictivos”, fue el punto de partida de la investigación expuesta por Silvia Lévy acerca de la conceptualización del psicoanálisis como una especie de suero de la verdad en la psiquiatría forense de la Segunda República. Ángel Garma, Luis Jiménez de Asúa o César Lamargo y Marín ─cuyo tratado sobre El psiconálisis en la doctrina y la práctica judicial tuvo el raro honor de ser reprobado por el propio Freud─, van convirtiendo el psicoanálisis, según mostró Lévy, más en una herramienta de control social que en una técnica psicoterapéutica según las pruebas de asociación determinada van viéndose acompañadas de registros psicofisiológicos y de administración de barbitúricos como modo de reducir la censura consciente.

Esa misma Segunda República venía de vivir, ya en sus propias Cortes Constituyentes, los encendidos debates sobre el sufragio femenino que resultarían en la aprobación del artículo 36 de la Constitución de 1931: “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes”. La apelación a teorías médicas o psicológicas en el contexto de ese debate fue el hilo conductor de la ponencia de Mónica Balltondre, que mostró cómo los argumentos de Roberto Novoa Santos sobre el histerismo como condición “estructural de la mujer”, la enmienda propuesta por Manuel Hilario Ayuso Iglesias para reservar el voto femenino a las mayores de cuarenta y cinco años, basándose en el presunto “virilismo de la mujer climatérica”, o las frecuentes menciones de las teorías de D. Gregorio Marañón, ausente del debate pese a su condición de diputado, no sirvieron para contrarrestar las réplicas de César Juarros y Ortega, Ramón Molina Nieto, José Antonio Balbontín o Clara Campoamor, como muestra el hecho de que el voto a favor del sufragio femenino acabaría siendo más predominante entre aquellos diputados que eran médicos de formación que entre el resto de la Cámara.

En la comunicación de Noemí Pizarroso, sobre lo normal y lo patológico, esta hizo una revisión de la tesis de Georges Canguilhem, para examinar el uso que hace de la psicología este filósofo de la ciencia en su primer ensayo, y contrastarlo con la virulenta crítica de la disciplina que nos ofrece quince años después, en Qu’est-ce que la psychologie?, texto de culto para los críticos de la misma. Dicha lectura se hizo a la luz de recientes trabajos sobre el autor, que viene siendo objeto de un renovado interés a partir del redescubrimiento de su obra temprana, y que ponen de manifiesto la importancia de las disciplinas psi en su formación.

La diversidad de temáticas y abordajes historiográficos y el vivo debate generado al término de cada mesa de trabajo convirtieron un año más el Symposium de la Sociedad Española de Historia de la Psicología en un foro de inigualable interés para seguir los avances de la disciplina, propiciando el encuentro tanto de estudiosos de fuera de nuestras fronteras ─con jóvenes investigadores llegados de la Universidad de Oporto, la Universidad Católica del Maule, en Chile, o la Universidad de Nueva York en Shangai─ como provenientes de las diversas geografías de nuestro país ─los asistentes sumaban entre sí no menos de quince universidades o centros de enseñanza universitaria e investigación: además de la Universidad Complutense de Madrid, que sirvió de anfitriona, y dos de sus centros adscritos, Cardenal Cisneros y Villanueva, estaban representadas la Universidad Antonio de Nebrija, la Autónoma de Barcelona, la Universidad Camilo José Cela, la Universitat Jaume I, la Universidad Internacional de La Rioja, la Universidad de Málaga, la Universidad Nacional de Educación a Distancia, la Universidad del País Vasco, la Universitat Raimon Llull, la Universidad de Sevilla y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, así como la Universidad de Murcia, que en las mismas fechas de 2018 acogerá la trigésimo primera edición del Symposium.