El pasado 5 de junio ha fallecido en Nueva York uno de los psicólogos más importantes del siglo XX, Jerome Bruner, que había cumplido ya 100 años.
Cofundador en los años 60′ junto a George Miller del Harvard Center for Cognitive Studies, que apostó por el estudio de la mente más allá del comportamiento estrictamente observable, Bruner fue uno de los principales impulsores de la psicología cognitiva. La deriva computacionalista de esta última, como expuso en Acts of Meaning, le llevó sin embargo a alejarse de ella, desarrollando una trayectoria antimecanicista por la vía de una transdisciplinariedad radical. Su esfuerzo se dirigió a conseguir que la psicología se volviera a hacer cargo de la complejidad del comportamiento, adentrándose en el papel ineludible de la cultura en la formación y expresión de nuestras formas de pensar y sentir.
Bruner se había doctorado en la Universidad de Harvard en 1941, donde tras la guerra (durante la cual participó en el Servicio de Inteligencia) volvió para dar clases en 1945. Autor de innumerables artículos y más de 15 libros, y tras haber pasado por Harvard, Oxford (a cuya universidad se trasladó en 1972) y la New School for Social Research, terminó su trayectoria en la Escuela de Derecho de New York University (Law NYU), a la que llegó en los años 80′. Si su manejo de la teoría cognitiva, la teoría literaria, la antropología cultural y la lingüística invitaba a los estudiantes y profesionales de las leyes a examinar el lado más humanístico de su práctica, Bruner sentía especial fascinación por la codificación de hace el derecho de las pasiones humanas en normas sociales.
En España hemos tenido la oportunidad de contar muchas veces con su presencia, especialmente en la Universidad Autónoma de Madrid, gracias al vínculo mantenido con José Luis Linaza, que realizó su tesis sobre el juego infantil bajo su dirección. De la mano de Juan Delval, que anunciaba esta triste noticia en su Facebook, sabemos que Bruner (Jerry, como le llamaban sus conocidos) parece haber fallecido apaciblemente mientras dormía. Asimismo, sabemos que se ha mantenido lúcido hasta el último momento, aunque tenía problemas de movilidad. Su muerte, como concluye Delval, nos deja una inmensa tristeza pero su obra nos acompañará siempre.